Tal vez la característica más intrigante del servicio de Yom Kipur que se realizó en el Bet Ha’mikdash es el «Sa’ir La’azazel», la ceremonia con una cabra que se llevaba al desierto y se arrojaba desde un acantilado, simbolizando el destierro de los pecados del pueblo de Israel. Como lo describe la Torá en el Libro de Vayikra (16), el Kohen Gadol tomaban dos cabras y echaban suertes para determinar cuál sería ofrecida como sacrificio en el Bet Ha’mikdash, y cual sería ofrendada en el desierto.
Muchos comentaristas abordaron la cuestión de cómo explicar el significado de este ritual tan inusual. Normalmente, la Torá prohíbe estrictamente cualquier tipo de ofrendas de sacrificio fuera de la santidad del Bet Ha’mikdash. Los sacrificios de animales deben ofrecerse solamente en el Bet Ha’mikdash en Jerusalén, y sólo en el formato específico dictado por la Halajá – matanza ritual adecuada, seguida por la aspersión de la sangre en el altar y la colocación de ciertas partes del animal en la altar para ser quemadas. ¿Por qué de repente en Yom Kippur la Torah requiere este «sacrificio» inusual, sacando un animal al desierto y tirándolo de un acantilado?
Una explicación es ofrecida por el comentario del Meshech Hochma (por Rav Meir Simcha Ha’kohen de Dvinsk, 1843-1926), en Parashat Ahareh-Mot. Él escribe que las dos cabras del Yom Kippur expiaron por las dos categorías de pecado que la gente comete:
– las violaciones entre el hombre y Di-s («Ben Adam La’Makom») y
– los pecados entre el hombre y sus compañeros («Ben Adam Le’javeró «).
Específicamente, la cabra ofrecida como un sacrificio en el Bet Ha’mikdash expiaba por los pecados «Ben Adam La’Makom», mientras que el «Sa’ir La’azazel» expiaba por violaciones en el marco de las relaciones interpersonales.
Para explicar la asociación entre el «Sa’ir La’azazel» y las ofensas interpersonales, el Meshech Hochma llama nuestra atención a la Halajá que requiere atar una cuerda carmesí en los cuernos de la cabra, y que la cuerda debe tener el peso de dos Selaim. Este peso – dos Selaim – nos es familiar desde un contexto diferente. La Guemará en Masechet Megilla (16b) dice que los hermanos de Yosef lo envidiaron porque su padre, Yaakob, le hizo una prenda especial que contenía dos Selaim más de material que la cantidad usada para las suyas.
Este celos precipitaron la venta de Yosef, el pecado por excelencia «Ben Adam Le’Javeró», que es la raíz de todos los pecados que los judíos han cometido entre sí desde entonces. El «Sa’ir La’azazel» contenía una pieza de material que pesaba dos Selaim porque servía para expiar los pecados interpersonales de la nación, que tienen su origen en la venta de Yosef, que resultó de los dos Selaim adicionales de material en la prenda de Yosef.
Sobre esta base, el Meshech Hochma procede a explicar la manera inusual de «sacrificar» a esta cabra – arrojándola de un acantilado alto. La raíz de todos los delitos interpersonales es la arrogancia. Nos sentimos con derecho a herir, insultar, ofender, engañar y despreciar a nuestros compañeros porque sentimos que somos más importantes que ellos. Cuando creemos que valemos más que nuestros hermanos judíos, nos concedemos el derecho a maltratarlos. Para expiar nuestros pecados interpersonales, entonces debemos arrojar nuestra arrogancia de un precipicio, por así decirlo, para humillarnos y reconocer que nuestros sentimientos, nuestras sensibilidades, nuestras necesidades y nuestras preocupaciones no son más importantes que las de nuestros compañeros. El «Sa’ir La’azazel» es llevado a un acantilado elevado y luego arrojado hacia abajo para simbolizar la ruptura de nuestra arrogancia que debe ocurrir como parte de nuestro proceso de arrepentimiento en Yom Kippur.
Para que realmente podamos expiar los errores cometidos contra nuestros compañeros, debemos desechar nuestra arrogancia, bajar nuestras cabezas y aprender a valorar las necesidades y sentimientos de nuestros hermanos judíos tanto como valoramos nuestras propias necesidades y sentimientos.